miércoles, 16 de noviembre de 2011

En esto del fútbol

En esto del fútbol, al peruano parece venirle bien, y demasiado bien, el utilizar la senda de la fantasía y el sueño; y ya luego, metidos en cintura con el problema, el camino del cálculo sufrido que se une al rezo de última hora.
Al peruano, este camino parecería venirle de maravillas, ya que lo lleva repitiendo tercamente en el tiempo. Por repetición de la costumbre, o lo que sea, habría que creer que esa fórmula es infalible, claro, si no fuera por la sencilla razón de que aquella ruta siempre nos lleva a los mayores fracasos y desastres.

Fracaso anunciado, es el estar soñando cuando no se tiene nada aún y no se tuvo nada nunca. Un partido, es la justa medida que iguala al todo, en esto del soñar.
Con un partido ganado, podemos construir elucubraciones que nos sirvan no solo para pisar meras fantasías, sino para saltar y saltar sobre las gaseosas portadas de la prensa. Hasta que finalmente terminamos cayendo. Y caemos. Claro, ya no desde tan arriba. Y ya no desde la locura optimista, sino desde las alturas de la ciudad capital del contrario.

En las alturas de Quito, perdemos ante un rival que se embarulla consigo y hace para sí las cosas más difíciles de lo esperado.
Al menos en el primer tiempo, Ecuador no ofrece un gran juego en conjunto. Tampoco se esfuerza en mostrarnos a sus individualidades. Confundidos con el balón, no saben muy bien qué hacer con él, más que tirar centros sin ningún destino claro en el frente.
El Perú no le va muy a la saga en esto de no saber hacer mucho con la bola. Pero hasta el segundo tiempo, esa parece no ser la mayor preocupación del equipo.
La selección nacional se da la suficiente maña para controlar el partido sin tener ningún sofocón en la parte de atrás. Pero en verdad y a su vez, no los tiene, porque no busca en demasía el arco rival.
Toda la parafernalia con que vienen precedidos los de adelante no es suficiente para montar algún ataque de extremo peligro. Tal vez un disparo de Guerrero luego de pararla con el pecho y nada más. Nada más.

La altitud de la ciudad hace mella en los futbolistas peruanos para la segunda mitad. La “aclimatación a la altura” de Arequipa comienza a parecer una mala idea cuando los nuestros se notan mucho más cansados que los ecuatorianos.
De nada vale el descanso en la tercera fecha. De poco vale el esfuerzo de los jugadores del medio que dejan cada vez más espacios a sus costados y en el centro. Los norteños empiezan a pasar con mayor facilidad hacia nuestro campo y a generar peligro con la pelota parada.
Es en la mitad de la cancha donde más falla Perú y la previsión de Markarián. El entrenador deja esa zona desprotegida y muy liviana para resistir lo que ya se sabía que vendría en el segundo tiempo.
Porque así siempre sucede con los equipos que juegan de dueños de casa en la altura. Cuando se hace necesario conseguir los puntos de local que nos pueden faltar al llegar la última fecha, el dueño de casa arriesga el doble en ella.

Ecuador nos gana en Quito, porque las oportunidades las encuentra gracias a los errores en la selección de los jugadores que debían reemplazar a los que salían.
El cambio de Guevara por Lobatón, es un mal cambio antes del resultado; y sabiendo ya lo que sucede, es el peor de los errores de Markarián en lo que va del torneo.

Llegada la cuarta fecha de las clasificatorias debemos darnos cuenta que no estamos por encima de nadie. No debemos soñar, porque cada vez que el peruano sueña despierto, confunde las cosas...y termina durmiéndose. No debemos rezar por las matemáticas en el fútbol, ni soñar por las fantasías de las infinitas posibilidades que “nos esperan”.
Porque es muy temprano para lo primero y demasiado tarde para lo segundo. Siempre se hará muy tarde para el que sueña despierto y no vive su realidad.
A despertarse de nuevo entonces, que aunque nos falte mucho, cada día va faltando menos para llegar a la siguiente fecha de las clasificatorias. Estamos en camino, no durmamos esta vez.


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